Antes de ser Pablo Neruda, el niño Neftalí Reyes conoció el hambre; supo bien lo que acontecía en el mundo. Por eso fue poeta que festejó la mesa y la comida, pero compartiendo siempre con amigos el privilegio de no padecer hambre y de disfrutar de este aspecto de la vida y de esta gratificación se los sentidos. Su sensualidad frente a la comida tenía además un origen esencial: la fascinación ante los productos de la tierra y del mar, que se exhiben y venden en el esplandor de los mercados populares.