En abril de 1967, la autora y protagonista, por entonces joven aspirante a profesora de secundaria, supera el examen
de capacitación en un liceo de Lyon para orgullo (y recelo) de su padre, antiguo obrero que, procedente del medio
rural y tras trabajar duramente, ha acabado convertido en
propietario de un pequeño comercio en las provincias. Para
ese padre, todo eso significa otro paso adelante en su difícil
ascenso social; sin embargo, poco le dura esta satisfacción,
ya que fallece dos meses después. Padre e hija han traspasado sus respectivos «lugares» dentro de la sociedad. Pero
se han mirado entre sí con suspicacia, y la distancia entre
ambos ha ido tornándose cada vez más dolorosa. El lugar se
centra, pues, no solo en los complejos y prejuicios, los usos
y las normas de comportamiento de un segmento social de
límites difusos, cuyo espejo es la culta y educada burguesía
urbana, sino también en la dificultad de habitar en un espacio propio dentro de la sociedad.