Esta podría ser una novela picaresca, aunque, según las recepcionistas de la clínica de gastroenterología donde al protagonista le practican una colonoscopia, bien podría ser una novela negra, con misterios, accidentes, pruebas y dos sospechosos nada comunes: una peluquera bretona de pasado oscuro y un vigilante de supermercado obsesionado con escribir el testimonio de sus experiencias en la vida. Lo peor es que el protagonista ni se lo imagina, porque está demasiado preocupado por las consecuencias de la felicidad, ese sopor embriagador que le hace temer haber caído en el aburguesamiento. Suele repetirse que la «buena literatura» no es una literatura feliz. ¿Será de verdad imposible escribir una novela feliz sobre la felicidad? El protagonista de esta historia no está seguro e intenta descubrirlo; en cuanto al autor de estas páginas, sospechamos que necesita creer que sí.
